PROMESAS
QUE NO SE CUMPLEN NO SOLO EN POLITICA
NUESTRA
PALABRA ES NUESTRO ÚNICO BIEN CON VALOR.
LAS
COSAS MATERIALES SON CIRCUNSTANCIALES Y UN DÍA PODEMOS ENCONTRARNOS SIN ELLAS
Es mejor que no te prometan
nada, porque asumes que algunos están muy lejos de cumplir lo que prometen.
Todos hemos escuchado a los abuelos decir, sobre aquellos lejanos tiempos, en
que honrar una promesa, era poco menos que verte con un compromiso de vida o
muerte. Y no hablo de promesas de amor, de las que ya tenemos asumido, son las
promesas que más dejan de cumplirse. No importa que lo que te prometan sea algo
trivial o algo muy importante, el compromiso de decir que harás o darás algo,
debería ser suficiente para que te hagas cargo de ello.
Es que cuando las personas
cumplen la palabra empeñada, gozan de buena reputación y de solvencia moral, en
caso contrario su palabra es sinónimo de descrédito, de deshonor, de deshonra.
Una persona así, es de baja ralea, es un vulgar delincuente cuya palabra es un
cheque sin fondos, es un parapeto ambulante con el pestilente hedor de quien ha
caído en un pozo séptico que no logra disimular ni con la fragancia más
costosa.
La palabra dada y aceptada
entre personas de honor es el compromiso de una contraprestación futura y su
incumplimiento es una burla, un irrespeto, una insolencia hacia quien ha creído
y para quien se ha hecho creer. Dicho de otro modo, una persona sin palabra es
una desvergüenza para si misma y para sus congéneres, porque no solo comporta una
desconsideración para quien creyó en ella o en él, sino para su propia persona.
Si las personas
acostumbradas a deshonrar, desconocer y a faltar a su palabra, tuvieran una
mediana inteligencia respecto de lo que se hacen a sí mismas, seguramente se conducirían
en la vida de una manera más responsable para gozar de la admiración y el
respeto de su entorno y hasta más allá.
Una persona sin palabra
desde luego es una persona mentirosa. Así los refranes recogen “que quien no
cumple su palabra al fin su desdicha labra” y “que quien no cumple su palabra a
las consecuencias se atiene”
A quienes les gusta engañar
a los demás, su palabra jamás será auténtica, porque siempre habrá dentro de
ella algún subterfugio para incumplir los compromisos.
Por eso, cuando no se cumple
la palabra, se pierde el honor y cuando se pierde el honor va todo de mal en
peor.
Infortunadamente, las
personas sin palabra y sin honor, engañan a las personas honestas, a las que no
tienen resabios, porque nunca han pensado no cumplir y ven en su propia
condición la honestidad del otro, porque desgraciadamente, “no hay nada más
fácil que engañar a un hombre honrado”. Nunca prometas, lo que cumplir no
cuentas.
Cuando las promesas de los
candidatos a cualquier cargo político sólo quedan en eso, despiertan en los
ciudadanos diversas reacciones, siendo la apatía la más preocupante y la que
los desalienta a seguir participando en los procesos electorales.
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